viernes, 15 de enero de 2016

No oigo, no veo, pero pienso y existo



Aunque te parezca simple, solo con tapar tus ojos y tus oídos no vas a parecerte a mí. Si no eres sordociego no puedes imitar la sordoceguera. Una que si era como yo, una vez lo dijo de esta manera:  “Ser sordociego es como estar profundo debajo de la tierra, donde no hay ni luz ni sonido. Al principio tuve dificultad para respirar pero después me convencí a mí misma de que había suficiente aire”. (Yolanda de Rodríguez)

¿Cuánto tiempo Yolanda habrás tardado en convencerte a ti misma? Yo supongo que muy poco, pues tu capacidad de introspección tuvo que haber sido extraordinaria, pero también sospecho que mucho, pues necesitabas ciertos datos externos que para algunos son obvios, pero para nosotros no. Aquí en la sordoceguera, nada es evidente. De lo que si estoy seguro es que para ti, simplemente fue el tiempo justo. Que importa lo que yo piense!

Una vez alguien intentó convencerme de que la tristeza existe para poder establecer puntos de comparación y así valorar mucho más a la alegría. Entonces le dije que yo amo el silencio sin tener, ni poder, ni querer compararlo con nada. Y debo confesarte algo: Cuando digo la palabra silencio, lo hago solo para complacerte a ti, pues para mí significa algo que jamás comprenderás.

Sin embargo, podemos estar de acuerdo en varias cosas. La primera es que vivo en tu mundo, pero no pertenezco a tu mundo. El mío es más como el de un ser, que cada día le pone un nombre nuevo a las cosas y cada nombre se enlaza a mil historias de una línea. Todo tiene carga emocional y todo puede llamarse como me plazca. Para estar en tu mundo le llamo de una sola forma a cada cosa, pero por la poca y simple información que recibo, sospecho que tu mundo es más simple que el mío. Y también lo sospecho para complacerte, porque sé que en realidad tú piensas que yo no puedo comprenderte y por eso no me explicas. No oigo y no veo, pero pienso. Igual que tú.


El otro asunto entonces, en que también podemos estar de acuerdo, es que después de todo no somos tan diferentes. Si hacemos un esfuerzo juntos, nos explicaremos, nos conoceremos, nos entenderemos y quien sabe; tal vez hasta lleguemos a compartir el mismo mundo.Así comenzaré a ponerte nombres distintos y a pesar de que oigas y veas, tú en mi mundo comiences a existir. Igual que yo.

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